EL LEGADO DE DON RUFINO JOSÉ CUERVO




Conocemos quién es Shakira, quién es Juanes, incluso quién es Álvaro Uribe o en un caso más dramático, conocemos quiénes llevan el apellido Nule. Sabemos de manera muy superflua que existió en España un señor llamado Miguel de Cervantes Saavedra y que escribió un libro llamado “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha” y que hasta ahora, es uno de los libros, no sólo más leído del mundo, después de la biblia, sino el que ha dado pie para la celebración de este día. ¿Lo sabíamos? Conocemos también a García Márquez, José Asunción Silva o Mario Mendoza como mucho del pie de fuerza intelectual del país, por ser los más mentados tanto en aulas como en los medios.

Muchos desdeñamos de vivir en un país sin memoria, vivir en un país en el que los medios han creado una gran red de espejismos en los que la intelectualidad no tiene cabida. Sabemos que Coca Cola cumple 125 años de su natalicio pero no tenemos idea que hace cien murió en París uno de los más grandes exponentes de la lengua española, de su estudio y de su estilo. La Bogotá del siglo XIX lo reconoce como el mejor filólogo de Latinoamérica, pero para muchos de nosotros esto no sólo no es conocido, sino que no es relevante. Las causas pueden ser incontables.

Rufino José Cuervo es un nombre que a muchos les produce risa porque a ¿Quién le ponen tal nombre? ¿Acaso sus padres no le querían? Finalmente, como pasa con regularidad en el país del sagrado corazón, hemos olvidado que en estas tierras, más exactamente el 19 de septiembre de 1844 nació en el barrio la Candelaria, en el centro de esta ciudad (Bogotá) el señor de apellido Cuervo, hermano de otros seis de la misma familia e hijo del vicepresidente de la república, el señor Rufino Cuervo, en la época de Tomas Cipriano de Mosquera. ¿Acaso teníamos idea de ello? Pero muchos de ustedes se preguntará quién o porqué estamos hablando de dicho personaje magnánimo y olvidado de nuestra historia.

Cien años después de su muerte, el Ministerio de Cultura de nuestro país ha declarado el 2011 como el año de Rufino José Cuervo, dada la conmemoración de su muerte en la ciudad del amor, de modo que es más que justo que por un sólo instante recordemos la memoria de aquel que ha puesto el nombre de nuestro país en uno de los lugares más altos de la intelectualidad en lengua castellana. Un referente que apenas conserva una efigie en la que fue su morada en la calle 10ª. # 4-69 donde hoy funciona el Instituto Caro y Cuervo, fundado en 1942 como reconocimiento a la grandiosa labor de este intelectual, de El sabio como lo llama el maestro Álvaro Calderón Rivera, docente de dicha institución.

El “más bueno, el más noble, el más generoso” ha llamado el notable Fernando Vallejo, admirador acérrimo de la obra del gramático colombiano, a aquel de quien se ocupa este escrito. ¿Qué pensaría Cuervo del uso actual de la lengua que un día amo? ¿Qué cantidad de vueltas ha dado en su tumba parisina, llena de musgo, escuchando desde la eternidad cómo hemos hecho de nuestra hermosa lengua un adefesio, como lo denomina Vallejo? ¿Qué pensaría Don Rufino José Cuervo de la cantidad de anglicismos que hoy circunda nuestra lengua? Menos mal murió, dice Vallejo. Finalmente cumplió con su ciclo vital.

Por repatriar el cuerpo, o lo que quede de él, como obligación gubernamental, aboga del maestro Calderón, como si eso nos devolviera algo de la decencia lingüística que un día tuvimos. Mejor que descanse en París, junto a maravillas como los escritores Apollinaire, Balzac, la cantante francesa Edith Piaf, el escritor galo Marcel Proust, Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, Oscar Wilde, o el mismísimo Pascal.

Nosotros, así sea en este día lo recordemos.

De su biografía podemos decir que, además de vivir en el centro de la ciudad y de pertenecer a una familia influyente en la época, además de tener seis hermanos y de haber estudiado con Jesuitas, fue catedrático de latín en el Colegio del Rosario, entre 1867 y 1868, y en el Seminario Conciliar de Bogotá donde enseñó latín y griego en 1868 para luego retirarse de las aulas y emplearse en la cervecería de su hermano Ángel (En el Instituto Caro y Cuervo se conserva una filigrana de ello) Por tal época y con su gran amigo y colega Miguel Antonio Caro, escriben una de las primeras Gramáticas de la lengua latina para el uso de los hablantes de castellano.
Sus “Apuntaciones Críticas sobre el Lenguaje Bogotano” es la obra más reconocida y de mayor importancia de Don Rufino José Cuervo, en la que desarrolla un completo estudio sobre las impropiedades lingüísticas que los bogotanos de la época (1867 y 1872) proferían, de tal forma que se convirtió en un libro de culto en el escenario lingüístico de nuestra lengua. ¿Qué sabe Dios sobre lo que escribiría hoy si tenemos en cuenta la cantidad de aberraciones que hemos cometido con la lengua española?

Uno de sus grandes retos estuvo en escribir el “Diccionario de construcción y régimen de la lengua española” que consta de dos copiosos tomos, cuyo objetivo estaba centrado en reunir todas las etimologías, las autoridades y las comparaciones de la lengua castellana. Con tal empresa “entre ceja y ceja” viaja a Europa buscando mejores tecnologías para la fábrica cervecera que mantuvo con su hermano Ángel. En esta estancia que duró cerca de un año, el Sabio viaja por diferentes países europeos, así como Egipto, Jerusalén y Arabia, donde acentúa el estudio de estas lenguas. Esta brillante tarea la lleva a cabo desde 1886 a 1893.
Sus “Notas a la Gramática Castellana de Andrés Bello” consisten en perfeccionar precisamente la obra del venezolano, primer gramático de la lengua castellana, con garbo y elocuencia, con respeto y con intelectualidad, con estilo y, sobretodo con admiración.

Tras la muerte de su hermano Ángel en 1896, Rufino José Cuervo dedica más tiempo al negocio que cervecero que con aquel sostenía, de modo que se apartó de a poco del tinglado lingüístico, para así concentrarse en sus lecturas solemnes, como las de Santa Teresa de Jesús. Precisamente, de esta forma, recibe, de manos de la muerte, el descanso eterno en París, el diecisiete de junio de 1911, precisamente hace un siglo.

No podré cerrar este breve escrito, sin pensar en el gran legado de un gran hombre. Trabajador e intelectual incansable, que sólo las manos del inevitable destino, pudo apartar de las letras.

No se trata de repatriar su cuerpo, de hacer fiestas o carnavales, muy comunes en nuestro país, para honrar la memoria de Don Rufino José Cuervo. Para hacerlo, sólo debemos comenzar por hablar bien, por mejorar nuestra glosa, y por rescatar la tan olvidada gramática, de la que tanto desdeñan los dinosaurios literarios de nuestro país. Ese sería un homenaje real.
Gracias.

Lic. Germán Rodríguez
Colegio Cardenal Pacelli
Abril 28 de 2011

Comentarios

Manuel Noreña ha dicho que…
Excelente reseña de nuestra amnesia selectiva... inevitable encontrarse con hombres como este cuando buscamos la historia de nuestros pasados benefactores.
Germán ha dicho que…
Es necesario tener claros nuestros referentes culturales... es una forma de no olvidar quiénes somos!
Saludos Manuel!

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