Fiesta de colores
Por: El señor oruga
Estaba allí, lejos, ensimismado en mi mismo, no podría estar ensimismado en alguien más, cuando, de repente alcé la mirada, levanté mi cabeza, la despegué delcuento que leía en esa cosa de lata que me lleva de un lugar a otro y lo ví.
Era una policromía espectacular. Las policromías son cosas de muuuuuchos colores reunidos y forman esa cosa que la gente llama así: policromía.
Así que a lo lejos, como donde termina la tierra, donde se dibuja esa línea esférica que demuestra que el planeta es redondo o, al menos que no es plano, estaban los colores como en reunión, como en fiesta, pues hasta el gris lucía muy alegre, aún cuando siempre parece tener el ceño fruncido. El rojo parecía bailar como con un velo de seda en sus manos, y un sombrero de paja en su cabeza, siendo libre con el viento, como dalia.
El anaranjado, así se dice, no naranja, porque las naranjas son frutas y no están en el cielo, o al menos no en el mundo real, pero si pueden estar en el de dalia y Dalia, parecía estar tratando de seguir el baile del Rojo. Su timidez era notoria en el rostro, pero aún así seguía con cadenciosa torpeza los pasos que el Rojo le propuso. El amarillo ya casi se iba. Si llega tarde mamá lo regañará, pues debe levantarse muy temprano, así que con su mano derecha se despedía de los demás colores que estaban en fiesta. En este cuento, los colores tienen manos, pies y bailan, porque son felices y, cuando uno imagina, es feliz.
También estaba el violeta. Ese color es muy raro, porque la gente de nuestro planeta, que no es el planera de dalia, lo usa cuando está triste o cuando tiene un evento muy serio. Pero este violeta es más bien arriesgado, porque se acercó al Rojo y le propuso un par de pasos que él asistió sin problema, de modo que parecían bailar un tango. En nuestro planeta, que tampoco es el planeta de dalia, ni de los colores, el tango es un baile que hacen los enamorados, así como yo lo estoy de Helena, aunque nunca hayamos bailado tango. Es más, no quiero que lo baile con alguien que no sea yo.
Mientras la cosa de lata que me llevó a mi destino hizo su recorrido, miré el final del mundo, que no sé si queda donde estaban bailando los colores. Eso sólo lo saben los venados. También tenía a Dalia en mis manos. Sólo un par de veces ví en mi mundo la danza de los colores, porque en el mundo de la imaginación, que seguramente es el mundo de dalia, puedes pintar lo que quieras, incluso a Dalia trasportando unas flores, de muuuuchos colores. Así que me quedé quietesito mirándolos, como cuando los ví jugar a las escondidas con Helena. Ese día no puede escribir, pero imaginamos a un mesero con una cubeta de hielo en la cabeza. En el mundo de dalia, que no es este mundo, y que seguramente es el mundo de Helana y mío, los meseros pueden caminar con cubetas en la cabeza para protegerse, o porque caminan mejor.
Sé que la fiesta de los colores es ajena, aunque en el otro mundo, que no es el de dalia, ni el de Dalia, ni el de Helena y mío, todos la vemos con ternura e incluso se la regalamos a una persona, como a la madre o a la esposa, o a la hija.
En fin, no sé si Helena haya visto una fiesta como esta y si lo ha hecho espero que el dueño de esa fiesta, que no está en nuestro mundo, ni el de dalia, ni en el de Dalia, sea yo, porque yo, en la distancia, se le he regalado una vez más.
Por: El señor oruga
Estaba allí, lejos, ensimismado en mi mismo, no podría estar ensimismado en alguien más, cuando, de repente alcé la mirada, levanté mi cabeza, la despegué delcuento que leía en esa cosa de lata que me lleva de un lugar a otro y lo ví.
Era una policromía espectacular. Las policromías son cosas de muuuuuchos colores reunidos y forman esa cosa que la gente llama así: policromía.
Así que a lo lejos, como donde termina la tierra, donde se dibuja esa línea esférica que demuestra que el planeta es redondo o, al menos que no es plano, estaban los colores como en reunión, como en fiesta, pues hasta el gris lucía muy alegre, aún cuando siempre parece tener el ceño fruncido. El rojo parecía bailar como con un velo de seda en sus manos, y un sombrero de paja en su cabeza, siendo libre con el viento, como dalia.
El anaranjado, así se dice, no naranja, porque las naranjas son frutas y no están en el cielo, o al menos no en el mundo real, pero si pueden estar en el de dalia y Dalia, parecía estar tratando de seguir el baile del Rojo. Su timidez era notoria en el rostro, pero aún así seguía con cadenciosa torpeza los pasos que el Rojo le propuso. El amarillo ya casi se iba. Si llega tarde mamá lo regañará, pues debe levantarse muy temprano, así que con su mano derecha se despedía de los demás colores que estaban en fiesta. En este cuento, los colores tienen manos, pies y bailan, porque son felices y, cuando uno imagina, es feliz.
También estaba el violeta. Ese color es muy raro, porque la gente de nuestro planeta, que no es el planera de dalia, lo usa cuando está triste o cuando tiene un evento muy serio. Pero este violeta es más bien arriesgado, porque se acercó al Rojo y le propuso un par de pasos que él asistió sin problema, de modo que parecían bailar un tango. En nuestro planeta, que tampoco es el planeta de dalia, ni de los colores, el tango es un baile que hacen los enamorados, así como yo lo estoy de Helena, aunque nunca hayamos bailado tango. Es más, no quiero que lo baile con alguien que no sea yo.
Mientras la cosa de lata que me llevó a mi destino hizo su recorrido, miré el final del mundo, que no sé si queda donde estaban bailando los colores. Eso sólo lo saben los venados. También tenía a Dalia en mis manos. Sólo un par de veces ví en mi mundo la danza de los colores, porque en el mundo de la imaginación, que seguramente es el mundo de dalia, puedes pintar lo que quieras, incluso a Dalia trasportando unas flores, de muuuuchos colores. Así que me quedé quietesito mirándolos, como cuando los ví jugar a las escondidas con Helena. Ese día no puede escribir, pero imaginamos a un mesero con una cubeta de hielo en la cabeza. En el mundo de dalia, que no es este mundo, y que seguramente es el mundo de Helana y mío, los meseros pueden caminar con cubetas en la cabeza para protegerse, o porque caminan mejor.
Sé que la fiesta de los colores es ajena, aunque en el otro mundo, que no es el de dalia, ni el de Dalia, ni el de Helena y mío, todos la vemos con ternura e incluso se la regalamos a una persona, como a la madre o a la esposa, o a la hija.
En fin, no sé si Helena haya visto una fiesta como esta y si lo ha hecho espero que el dueño de esa fiesta, que no está en nuestro mundo, ni el de dalia, ni en el de Dalia, sea yo, porque yo, en la distancia, se le he regalado una vez más.
Comentarios
Sobre todo porque Helena siempre esta ahí... :)
Me hizo sorneír mucho.
Te felicito!!!
--Sin palabras.--