AMANECERÁ Y VEREMOS (Reflexion sobre el posible fin de facebook)
El cinco de noviembre se ha determinado como al “fatídica” fecha de la clausura de la red social más famosa de todo el mundo: FACEBOOK. Como sentenciado al juicio final por el grupo de hackers Anonimus, el hijo consentido de Mark Zuckerberg verá el ocaso en la fecha antes señalada.
Las acciones del grupo mencionado han sido certeras: A la guardia nacional en España le han desmontado su página, la han hackeado, así como a políticos altisonantes de nuestro país, como el ex senador Germán Vargas Lleras (hoy Ministro de Interior y de-justicia) el presidente colombiano Juan Manuel Santos y el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, de modo que su sentencia suena muy seria, no sólo por su tono, sino por sus credenciales al respecto.
Pero más allá del debate (muy interesante por cierto) entre si es ético hackear o no, o si Anonimus es un grupo de “terroristas informáticos” queda uno que subyace a cada uno de nosotros, ciudadanos del mundo, que hicimos o hacemos uso de dicha red social.
Ciertamente Facebook, amado por unos y vilipendiado por otros, pero tema de conversación de muchos al fin y al cabo, ha permitido que haya un cierto tipo de nueva interacción entre los sujetos. Definitivamente ha permitido que tengamos muchos contactos a nivel global… yo nunca pensé conocer a alguien de Uzbequistán y ahí está que sí. Así mismo, ha permitido que algunas relaciones sociales, como amigos de vieja data vuelvan a encontrarse y así retomar algo que parecía perdido. De la misma forma ha permitido que personas se conozcan de manera más ”íntima” e incluso estrechar algunos de esos lazos. La otra cara de la moneda es de las víctimas de esta red social, quienes han podido aprender, incluso sin quererlo, a sus parejas en flagrancia o aquellos quienes han sido maltratados por sus “amigos” en el muro. Aquellos a quienes le han abierto páginas de saboteo, configurando el matoneo virtual.
De la misma forma, Facebook ha coadyuvado a que los usuarios, regularmente niños(as) y adolescentes, sean cada vez más parcos e inseguros en la confrontación cara a acara, en el diálogo frontal y directo con los otros. Además de lo anterior, Facebook también conlleva a una nueva configuración de la soledad en la aldea global, pues los usuarios regularmente acuden al mismo para no sentirse solos, para introducirse en la cibersociedad e interactuar con otros millones de bits.
Así pues, el posible final de la página más famosa del mundo está por llegar y más de uno de sus usuarios entrarán en una tremenda crisis pues se acabará el mundillo construido en la página. Se destruirán las relaciones efímeras que ya había podido entablar con las otras otredades. Muchos de los usuarios de facebook lamentaremos su ocaso en términos de poder compartir información con aquellos que no conocemos o de quienes la distancia nos ha separa. En fin, el golpe que Anonimus propiciará a dicha red social tendrá un impacto que debemos analizar con lupa, pues no hablamos sólo de sus efectos “dañinos” (como las fallas en la concentración a la hora de ejecutar un atarea) sino de un posible caos identitario, un caos de individualidades rodando por las calles, sin sentido.
Sea como fuere, pienso que, en este caso, todo tiempo pasado fue mejor, de modo que podremos retornar a los parques, a las casetas en las que la gente hablaba sin temor, a las “verdaderas” amistades y a la posibilidad de dialogar e interpelar a las personas con más que un “me gusta” o un emoticón en una página virtual. Nuestras relaciones sociales dejarán de ser sólo bits y bits y bits y bits…
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